Borges: literatura y filosofía
Jorge Luis Borges nació en Argentina. Tuvo una modesta vida como académico y autor distinguido. Murió hace 35 años y más de un mes. Y ahora es una memoria del exclusivo panteón literario de América Latina. Su lápida es la de esos autores que todos le conocen el apellido, pero que pocos han leído por completo; algo que molestaría a Borges filosóficamente. Aunque, esencialmente, no hay filosofía detrás de este autor. Borges no propuso, él se opuso… prefirió contrariar la vanidad de encajar en los espacios liminales de la razón lo que hace inolvidable al arte: su dimensión eterna. Bajo ese pensamiento, su obra no es una creación, es una continuidad. Así, su intención literaria terminaría redescubriendo el conservadurismo en una luz que los conservadores recelan.
TODO UN POSMODERNO
Borges fue más posmoderno que sus lectores, pero más conservador que sus críticos y eso, desde que publicó sus grandes éxitos, le ha costado público (y posiblemente el Nobel). La obra de Borges no es fácil de leer y probablemente ser leída tampoco fue su mayor intención. Él prefirió hacer una carrera profundamente personal. Sus escritos hacen alusión a todo lo que le da curiosidad y le perpleja a él, no a su nación, no a los grandes escritores (siempre tuvo una inclinación hacia los autores conservadores y los regímenes de derecha). Él intentaba capturar elementos que la literatura moderna no tomaría en cuenta por ser románticos, cuando son eso y mucho más (Borges inició como un ultraísta, lo que representaba un movimiento anti-Rubén Darío). Sus ficciones, nombre que él le dio a sus relatos, en parte porque no había forma objetiva de clasificarlos en el ámbito literario, favorecen lo perplejo, lo impensable, lo inverosímil y lo olvidado.
PERO A LA VEZ UN CONSERVADOR
La idea principal de su obra es capturar en palabras la realidad concreta de lo que nuestra mente sólo puede percibir subjetivamente (el tiempo, el espacio, la individualidad, Dios…). La literatura resulta ser el canal perfecto para capturar en palabras esas ideas porque comparte una dimensión eterna que caracteriza los temas anteriores. Para Borges, la literatura sólo puede ser imaginada, no hay verdad descubierta detrás, tan sólo, contemplación; lo que la hace colaborativa (la imaginación funciona con base a la memoria de lo que otros nos enseñaron desde su memoria). La colaboración que crea literatura es eterna, ya que su fin es contar historias mediante la palabra, sin importar que se escriba o se cante, es en este medio eterno donde se puede contemplar la perplejidad del tiempo, del olvido, de Dios. Temas que Borges abarca desde el escepticismo, pues la negación es una actitud más infinita que cualquier propuesta y, sin duda, la postura conservadora más cercana a la eternidad desde su gusto.
FICCIONES
Estas son las obras que conectan las grandes temáticas para entender a Borges:
Tlön, Uqbar, Orbis Tertius: La ficción trata sobre un mundo imaginario idealista anti-físico plasmado en una enciclopedia (Exagerando el pensamiento de George Berkeley para contraponerse a Hume y la idea de que los sentidos nos explican el mundo). Esa creación deja atónito al mundo real eventualmente y la gente empieza a aprender las inútiles y complejas formas de un mundo idealista creado por hombres, que es mucho más fácil de explicar que el mundo real creado por no-hombres.
Borges hizo de esta ficción una de las más intelectualmente desafiantes de leer, y de entender. El punto era elevarnos hasta los altos mundos académicos donde el palabrerío y los conceptos son tan perfectos que deslumbran a los entusiastas, pero alertan a los escépticos. Borges advierte que las explicaciones hechas por hombres les gustan a los hombres porque las entienden, pero la realidad es más natural y divina que las creaciones artificiales del hombre.
Esta ficción conecta con su poema Amanecer y El congreso, donde cuestiona la dominancia del mundo de las ideas y de los brillantes conceptos como las corrientes dominantes de pensamiento. Aboga que el mundo no sólo es lo que está en nuestras cabezas, sino que también es, esencialmente, lo que está afuera de nosotros y que hay que salir y experimentarlo. El arte, la política y el conocimiento no deben estar encerrados en nuestras cabezas porque el mundo no se reduce a la unión de nuestras mentes.
La otra muerte: Es una ficción sobre el poder de la perspectiva y la relatividad en dimensiones que no entendemos, como el tiempo. Pedro Damián fue un hombre que vivió arrepentido de huir de una guerra. A la hora de su muerte, su arrepentimiento fue tan grande que se volvió locura y Dios, piadoso de él, decidió cambiar los hechos, convenciendo a Pedro Damián y a todos los que lo conocieron en vida que en realidad murió valientemente en tal guerra. La pregunta que deja la ficción es cómo Dios cambió los hechos, pues Pedro Damián sí murió de viejo, pero todos los demás recuerdan que murió de joven en la guerra. Por lo que Borges cita el argumento teológico de Pier Damiani, quien declaró que así como Dios puede cambiar el futuro, puede cambiar el pasado.
Una forma de interpretar a Dios es entenderlo como el tiempo, pues el tiempo personificado parece tener las mismas cualidades de Dios, incluso la de cambiar el pasado. Es el tiempo el que provoca el olvido, entre más pasa el tiempo más difícil es recordar la memoria de otro y, peor aún, cuando el otro se murió. El tiempo mata los cabos sueltos que recuerdan a detalle. El tiempo es el que cambia las perspectivas de todo. Este tema conecta con Pierre Menard, autor del Quijote, que narra la empresa de un autor que se esfuerza en volver a idear el Quijote con cada punto y coma pero hoy. No reescribir, sino inspirarse y escribir exactamente el Quijote desde su imaginación. A pesar de que la obra dijera exactamente lo mismo, iba a tener significados muy diferentes porque no es lo mismo inventar el Quijote en el Siglo XVI a inventarlo en el siglo XX. La perspectiva de cada palabra sería diferente. Así como el fin de ambos cuentos es muy ambiguo. Capturan lo Inverosímil.
Funes el memorioso: Este es el Borges más popular, el de las ficciones que parecen cuentos. Aquí narra la historia de Funes, quien después de que lo arrastró un caballo cayó en coma. El trauma en la cabeza, sin embargo, le provocó la habilidad de recordarlo todo y almacenar en su memoria cada detalle que veía desde que recobró la conciencia. El problema de la memoria infinita fue el coste de su pensamiento crítico; Funes perdió el criterio. Los datos infinitos sólo almacenan, pero no abstraen, no ejecutan, no piensan. El olvido y la generalización son esenciales para el criterio del hombre. Las imperfecciones son las que permiten distinguir qué sirve para qué objeto y la perfección de Funes en la memoria lo hizo inútil para todas las direcciones humanas básicas.
Ese mismo hilo temático comparte El Aleph, una ficción que relata la bendición que supone desconocer, olvidar y no entender. La captura de lo incompleto se hace en el Aleph, un espacio que puede visualizar la relatividad en toda su complejidad eterna, mostrándole a quien entra en él todo, piénsese en todos los tiempos de todos los lugares bajo todas las perspectivas. La historia termina con la destrucción del Aleph sin embargo. Ambos protagonistas prefieren no entenderlo, sino vender sus recuerdos o olvidarlos.
2 BORGES. UNO FAMOSO. OTRO INMORTAL.
Puede observarse, en conjunto, cómo Borges se preocupa por escribir lo indescriptible, pero aún así, lo que es verdad. No necesariamente todas las verdades son certeras y, mayoritariamente, las que sabemos que nos acompañan todos los días son las más inexplicables. No sabemos por qué olvidamos, no sabemos por qué pasa el tiempo, no sabemos cómo los otros ven las cosas fuera de nuestras mentes y aún así compartimos. Compartimos historias, compartimos experiencias. No hay utilidad en buscar completitud y perfección en la literatura; ni el idioma, ni el diccionario la hacen inmortal. La inmortalidad está en la eternidad, no en la ausencia de muerte. A la literatura no le importa morir, lo contrario es fama y Borges despreciaba la fama como medio de inmortalidad.
¿QUÉ SIGNIFICA?
Borges pensaba que la literatura tenía más relación con la tradición oral que con los libros. La famosa frase de Borges “Que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído” dejan claro una intención consistente en relatos como Del culto de los libros y La fruición literaria: lo sobrevalorada que es la palabra escrita. Borges entiende la literatura como un lenguaje; por eso sus relatos son como una conversación, donde pareciera que nos cuenta algo que recuerda que otra gente le contó. La multitud de gente a la que hace referencia en sus historias no sirven para recordarlos a ellos, sino para que sus colaboraciones evoquen un recuerdo (y recordar a Borges en otras historias). Tal como concluye en Undr, cada letra escrita debe haberse vivido por quien la escribió, de lo contrario, la audiencia sólo verá arte perfecto (muerto) y no una historia viva. Activa. Colaborativa. ¿Un juego?
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Los senderos infinitos de Borges
“Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?”
Ajedrez, Borges (poema)
Borges no era un autor que tomaba la literatura a la ligera. El autor prolífico demostró en varias de sus obras el deseo de ir más allá de una simple ficción, ya sea en sus poemas como en sus cuentos cortos. Trataba de explorar conceptos complejos a pesar de su conocimiento científico limitado. Uno de los temas a los que prestaba mayor atención era el infinito, pero no el infinito convencional al que estamos acostumbrados. La matemática nos entrenó a conceptualizar el infinito contando desde uno hasta donde pudiéramos llegar, ilustrando que no existe un fin para los números naturales. Borges, gran fanático de las matemáticas, pensó en el infinito de forma diferente. No solamente es el la cantidad inmensurable de las cosas, sino el concepto de la eternidad en el tiempo y la conciencia en sí. ¿Cómo define Borges el infinito?
La conciencia humana es infinita
Varias de los cuentos cortos de Borges toman una faceta del ser humano como la soledad, memoria y la creatividad y juega con la posibilidad de convertirlas en habilidades que trascienden el tiempo y espacio. Me explico. En la historia corta Funes el memorioso (Ficciones, 1942) un hombre es capaz de recordarse de cada cosa, lugar, pensamiento y detalle de cada evento que le ha pasado en su vida. La cantidad de recuerdos son tan detallados que se le dificulta poder formar pensamientos e ideas abstractas puras ya que su cabeza está llena de todas sus memorias. La única forma en que puede dormir y escapar de su memoria infinita es encerrarse en un cuarto oscuro por ideas y tratar de imaginar una parte del mundo que jamás ha visto. Hay algo similar a Lovecraft en la forma en la que Borges describe el infinito para el ser humano, como algo inconcebible y inexplicable que sólo terminará llevando al ser humano a la locura.
El tiempo es un jardín de senderos que se bifurcan
En su cuento del mismo nombre (Ficciones, 1942), Borges caracteriza el tiempo como un jardín con senderos infinitos que todos los seres humanos cruzamos. En cada paso que damos, tenemos una infinidad de senderos que podemos tomar y alterar nuestro futuro, siempre con nuevos senderos abriéndose mientras nos movemos hacia adelante. El concepto de realidades infinitas paralelas fue revolucionario en la literatura latinoamericana y es explorado muy a profundidad con su alegoría del jardín. Para ilustrar su punto por ejemplo, si Borges decidiera tomar una taza de té y debe decidir entre té negro o verde, en el jardín del tiempo va a existir un Borges que tomó té negro, uno que tomó té verde, otro que decidió no tomar té, otro que fue por una taza de café y así un número incontable de Borges que tomaron diferentes senderos. Cada uno de esos nuevos Borges infinitos, se enfrentarán a otra infinidad de decisiones que tomar y así sin jamás terminar.
El infinito es caótico
A diferencia de las matemáticas, el infinito en sus cuentos no es secuencial. En los números sabemos que existirá una secuencia numérica que nos lleva al infinito (1, 2, 3, 4…), pero para Borges el infinito puede darse en cualquier orden posible, ya que el tiempo no es secuencial sino que se debe ver bajo “momentos”. El libro de arena describe al tiempo como infinito pero irrepetible, con una infinitud de posibilidades que nos suceden en momentos espontáneos, “momentos que jamás volveremos a tener en nuestra vida”. Esa es la naturaleza de la finalidad de las cosas, algo que jamás vamos a poder descifrar. En uno de sus mejores cuentos, El Aleph, Borges juega con la idea de qué sucedería si pudiéramos ver y percibir físicamente la presencia condensada del infinito. Borges describe este escenario como presenciar “el punto de todos los puntos”, y que al verlo podemos echarle un vistazo a todos los momentos infinitos que seamos capaces de concebir.
Borges es quizá uno de los autores icónicos del siglo XX, más difíciles de descifrar completamente, pero es curiosamente uno de los más fáciles de leer. Combina la literatura como creatividad estética con la razón pura de la ciencia, y el resultado es una obra que puede ser leída y releída a posteridad, convirtiéndose a sí misma en una obra infinita.
Borges esencial: 5 obras cósmicas
Jorge Luis Borges, el gaucho de Buenos Aires, fue un escritor y pensador argentino que formó parte del boom de la literatura hispanoamericana de la segunda mitad del siglo veinte. Muchos han escuchado su nombre al lado de leyendas como García Márquez y Cortázar, pero pocos aprecian los aportes que hizo a la ciencia ficción light en español. También se diferenciaba del macondismo, que reinaba supremo en el género, y la conciencia colectiva internacional que ya comenzaba a estereotipar la cultura latinoamericana como tradicional, pobre y exótica. Sus reflexiones sobre la eternidad, el universo y el infinito lo llevaron a crear algunas de las obras más bizarras y complejas que tenemos el gusto de tener en nuestra biblioteca. A continuación cinco de sus mejores obras:
Manual de zoología fantástica (1957)
Antes que Animales fantásticos y dónde encontrarlos se volviera popular, Borges ya había sacado su propia versión y con un mejor título. Manual es uno de sus libros menos conocidos pero uno de sus más creativos. Borges describe a decenas de animales provenientes de la literatura fantástica medieval y de su propia imaginación que materializa como parte de lo sueños y partes oscuras del ser humano. Es de notar que sólo dos años antes de su publicación, Borges había quedado parcialmente ciego. La novela se divide en varios capítulos cortos que se enfocan en cada criatura y cómo se relacionan con el ser humano. Puedes encontrarlo aquí.
Ficciones (1944)
Es críticamente el libro más elogiado de Borges, y el que incluye muchas de sus historias favoritas. Es una compilación de cuentos que incluye algunas joyas como La biblioteca de Babel, La lotería en Babilonia, y el cuento que Borges describe como su mejor historia, El sur. La compilación cuenta con una amplia variedad de entornos (¡incluso cuentos policíacos!) que no llevan una misma temática, pues fueron escritos a través de tres años. Fue por mucho la novela más popular que publicó durante su vida. Puedes encontrarlo aquí.
Inquisiciones (1925)
Esta compilación de ensayos fue el debut de Borges en el mundo literario profesional. Cada ensayo nos da un vistazo a todas las obsesiones y demonios que habitaban en su cabeza en un momento en particular. Nos presenta escritos sobre su admiración al budismo, la concepción del tiempo y la realidad, Dios, el suicidio y muchas más balas perdidas que Borges intenta atrapar con tinta. Otros ensayos incluyen homenajes a sus ídolos como Sir Thomas Browne y Francisco de Quevedo, ambos escritores del viejo mundo que lo inspiraron a reflexionar sobre la condición humana. Puedes encontrarlo aquí.
El Aleph (1949)
Esta compilación de cuentos fue el sucesor espiritual de Ficciones, tanto en estructura como en su profundidad, pero a pesar de no ser su novela más popular yo me inclino a que fue la mejor que hizo. Solo basta conocer sus inspiraciones para ver que estos cuentos genuinamente son de otro mundo, en especial porque es una lectura fácil de entender. Las pinturas, sueños, y meditaciones sobre la eternidad, la razón y particularmente el infinito le permitieron crear cuentos que trascienden la mundanidad de otras historias contemporáneas, y que sin lugar a dudas le dan una característica que lo convierte en un clásico eterno. La joya del libro es definitivamente su cuento epónimo, El Aleph, donde Borges nos lleva cuidadosamente de la mano por su forma de racionalizar el infinito a través de la narrativa ficticia, algo que ni los más brillantes físicos han logrado hacer. Puedes encontrarlo aquí.
El libro de arena (1975)
Antes de morir en Suiza 1986 a los 86 años, Borges creó una de sus últimas compilaciones de cuentos. Para ese entonces su visión ya casi le abandonaba por completo, y al escribir se apreciaba a Borges encorvado a no más de 3 centímetros de distancia sobre el papel. Sus últimos cuentos se caracterizan de nuevo por la variedad de temas que ahora jugaban más con el miedo a la muerte, y donde se encuentra El confeso, el cuento que Borges considera como su favorito por su naturaleza autobiográfica. Puedes encontrarlo aquí.
¡No tienes que acabar tu viaje de Borges justo ahora! Recuerda que puedes encontrar muchas más de sus obras en biblioteca.ufm.edu
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Releyendo a Borges
Hace unos años recorría una biblioteca, en ese momento un género arquitectónico desconocido para mí, y de los estantes de libros viejos que habían sido regalados al colegio, saltó a mi vista uno de los de edición más reciente. Era El Aleph, de Borges, el libro cortito de Alianza. A los 15, se imaginarán que mi lectura era tambaleante, curiosa pero no muy informada, y aún así los enigmas del argentino cautivaron mi imaginación y dentro del plazo de unos años yo había leído ya Ficciones, El libro de arena, La historia universal de la infamia y Libro de sueños.
Regresé a El Aleph hace un año y medio y era como haberlo tomado por primera vez. Me volvieron a presentar a Emma Zunz, Benjamín Otálora, Tadeo Isidoro Cruz y redescubrí los entrañables objetos alrededor de los cuales construye el cuento que da nombre a la colección y El Zahír. A partir de esas primeras lecturas de Aleph, El Túnel y quizá algo de García Márquez decidí que los libros iban a ser una pieza valiosa de mi personalidad y mi historia. Luego de esos primeros, que me engancharon con los autores del boom, comencé a leer tanto por placer como por cultivo personal.
Estas semanas volví a Ficciones y me ocurrió lo mismo que con Aleph, pero la sorpresa fue doble. No sólo se trató de un redescubrimiento del genio literario de Borges sino de una capacidad que quizá no tenía durante mi primera lectura para descifrar los textos. Borges es un autor obsesivo, que se entrampa en las arenas movedizas de las preguntas que le atormentan y para salir de ellos hace lo que corresponde: dejarse llevar. Y con él, nosotros somos arrastrados por ideas desarrolladas hasta sus últimas consecuencias.
En Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, ensayamos qué ocurre en un universo regido por los principios filosóficos del idealismo. En Las ruinas circulares nos preguntamos sobre la existencia versus el sueño y la imaginación. La lotería de Babilonia es un universo regido por el azar en su totalidad. La biblioteca de Babel es un (el) universo en sí misma. Funes el memorioso es un Quijote moderno, argentino, que recuerda con sumo detalle todas las cosas. La muerte y la brújula es una de tantas formas en que Borges toma por cierta la paradoja de Zenón.
Como dijo Bolaño, “en la naturaleza de la poesía borgeana hay inteligencia y también valentía y desesperanza, es decir lo único que incita a la reflexión y que mantiene viva una poesía”. Vale la pena leerlo, o releerlo. Bien vale la pena.
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Infancia
Comencé a leer Infancia luego de que el libro prácticamente saltara a mis brazos a mitad de una excursión sin rumbo por los estantes de literatura en el tercer piso. Boyhood, lo leí en inglés, no es sencillo de digerir ni mucho menos. Cuando J.M. Coetzee lo escribió ya tenía bajo el brazo un premio Booker por la novela Life & Times of Michael K, del 83, y otros títulos conocidos como Waiting for the Barbarians y Age of Iron. Infancia es un regreso a la vida provincial en la que se formó este autor, recorriendo en tercera persona y en presente los acontecimientos de la década de los cuarenta y cincuenta en un pueblo llamado Worcester, a unos 120 km de Ciudad del Cabo.
Coetzee nació a padres blancos, de ascendencia Afrikaner pero que preferían “ser ingleses” por virtud de su educación. Es un niño con tempranas aspiraciones literarias, interrumpidas ocasionalmente por el miedo a no ser el primero en la clase. Nunca ha sido golpeado por los profesores y ocasionalmente miente sobre su religión y pasa el tiempo con los niños judíos a quienes no se les obliga a asistir a ningún tipo de ceremonia; los Afrikaners son calvinistas. Pero sobre todo le preocupa la sentencia de la tía Annie:
The boy is special, Aunt Annie told his mother, and his mother in turn told him. But what kind of special? No one ever says.
La sociedad sudafricana no es menos cruel que las preocupaciones de John, que ve a su madre ceder en el asunto de la bicicleta que constituye la primera discordia entre los padres al abrir las primeras páginas del libro y que se desenvuelve en la fragmentación del matrimonio Coetzee.
El refugio sólo lo encuentra en la granja de la familia de la madre, donde en medio de la soledad del campo y la compañía de las ovejas parece encontrar algún sentido de pertenencia muy particular:
The secret and sacred word that binds him to the farm is ‘belong’. Out in the veld by himself he can breathe the word aloud: I belong on the farm. What he really believes but does not utter, what he keeps to himself for fear that the spell will end, is a different form of the word: I belong to the farm. He tells no one because the word is misunderstood so easily, turned so easily to its inverse: The farm belongs to me. The farm will never belong to him, he will never be more than a visitor: he accepts that.
Pertenecer: la palabra que tan fácil se malentiende.
Casi me rindo a mitad del libro pero al final me agradó no haberlo hecho. La sorpresa más grata está en las últimas páginas porque creo que Coetzee responde la duda que le introdujo la tía Annie a través de esta serie de escenas de su vida en la provincia.
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