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lunes, 30 de enero de 2023

 

La verdad de los 70 balcones, a 70 años de la muerte del poeta Baldomero Fernández Moreno

El mito indica que se trata del edificio de Corrientes y Pueyrredón, pero el autor en su momento contó otra cosa.


Setenta balcones hay en esta casa,/ setenta balcones y ninguna flor./ ¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?/ ¿Odian el perfume, odian el color? Así empieza el soneto Setenta balcones y ninguna flor, el más famoso del poeta Baldomero Fernández Moreno, que nació en el barrio de San Telmo en 1886 y murió el 7 de junio de 1950 en el barrio de Flores, después de publicar sus versos en más de veinte libros, como Intermedio provinciano o Versos de Negrita. ¿Dónde quedaban esos balcones? Varios mitos se tejieron al respecto pero autor alguna vez dijo su verdad.

Fernández Moreno vivió de chico en España, luego en la ciudad de La Plata, en La Pampa, en Coronel Suárez y en Chascomús; se recibió de médico, ejerció la medicina y escribió poemas sobre el campo. Pero especialmente se lo conoce por su condición de “poeta caminante””.

Fernández Moreno se lo asocia con el inicio de la poesía urbana argentina. Los poemas de su primera antología, Las iniciales del misal, fueron un anticipo del libro Ciudad, que publicó en 1917 y dedicó A las calles de Buenos Aires, que tanto recorrió y poetizó. Barrio característico, por ejemplo, fue incluido en aquella obra: Es hermoso, de noche,/ ver huir, calle abajo, los tranvías,/ con un polvo de estrellas en las ruedas/ y en la punta del trole una estrellita.

“Había ejecutado un acto que siempre es asombroso y que en 1915 era insólito. Fernández Moreno había mirado a su alrededor"

“Había ejecutado un acto que siempre es asombroso y que en 1915 era insólito. Fernández Moreno había mirado a su alrededor"
Jorge Luis Borges

El propio Borges escribió en la revista El Hogar acerca de los inicios de Fernández Moreno en la poesía: “Había ejecutado un acto que siempre es asombroso y que en 1915 era insólito. Un acto que con todo rigor etimológico podemos calificar de revolucionario. Lo diré sin más dilaciones: Fernández Moreno había mirado a su alrededor”.

La calle, amigo mío, es vestida sirena/ que tiene luz, perfume, ondulación y canto./ Vagando por las calles uno olvida su pena,/ yo te lo digo que he vagado tanto. Así empieza el poema La calle, incluido en Ciudad

Entre otros cientos de rincones de la ciudad de Buenos Aires en los que se inspiró, Fernández Moreno escribió un poema al Parque LezamaHe ido a ver el parque de Lezama/ en el atardecer de un día cualquiera,/ y me he encontrado uno diferente/ al que por tantos años conociera, dicen sus primeros versos.

En Tráfago menciona al edificio del Congreso: Me he detenido enfrente del Congreso,/ y en medio del urbano torbellino,/ he soñado un rústico camino/ y me he sentido el corazón opreso./ Una tranquera floja, un monte espeso/ el girar perezoso de un molino,/ la charla familiar de algún vecino,/ ¿no valen algo más que todo eso?

Y en el mismo poema habla de la vida de campo que, siendo médico rural, abandonó definitivamente junto a la profesión en 1924. “Al arrimo de un par de cátedras me instalé en Buenos Aires, dispuesto a ser pobre para siempre pero en paz con mi conciencia”, escribió tiempo después.



También dedicó otro al Viejo café Tortoni y otro al Obelisco, que está grabado en la base del frente sur del más representativo de los monumentos porteños: ¿Donde tenía la ciudad guardada/ esta espada de plata refulgente/ desenvainada repentinamente/ y a los cielos azules asestada?/ Ahora puede lanzarse la mirada/ harta de andar rastrera y penitente/ piedra arriba hacia el Sol omnipotente/ y descender espiritualizada./Rayo de luna o desgarrón de viento/ en símbolo cuajado y monumento/ índice, surtidor, llama, palmera./ La estrella arriba y la centella abajo,/ que la idea, el ensueño y el trabajo/ giren a tus pies, devanadera.

La obra de Fernández Moreno es considerada sencillista, por el empleo de una lírica llana y realista, una forma de observar y apreciar la realidad en las cosas cotidianas y sencillas, alejadas del intento de profundizar en aspectos abstractos y utilizando un lenguaje sin artilugios eruditos.

En 1931 formó parte de la primera comisión directiva de la Sociedad Argentina de Escritores, (SADE), que estaba presidida por Leopoldo Lugones e integrada por otros autores como BorgesHoracio Quiroga y Ezequiel Martínez Estrada. En 1938 obtuvo el Primer Premio Nacional de Poesía, poco después de la muerte de Ariel, el segundo de sus cinco hijos –César, el primogénito, fue otro gran escritor argentino- circunstancia que le provocó una gran depresión.

El peso de setenta balcones

En 1949, poco antes de morir, Fernández Moreno fue a la SADE para recibir el Gr

En 1949, poco antes de morir, Fernández Moreno fue a la SADE para recibir el Gran Premio de Honor que entregaba la entidad. Al recibirlo, durante su discurso de agradecimiento, mencionó con pesar que de su obra siempre se destacaba el soneto de los setenta balcones y ninguno de los tantos otros que había escrito. Luego de expresar que “Todo se pierde, se escabulle, se evapora”, se refirió a que el edificio original de los setenta balcones, “ni uno más, ni uno menos”, había sido una construcción ubicada en el que entonces se conocía como Paseo de julio, actual Avenida del Libertador, cerca de la Avenida Callao

En aquel discurso, entonces, en el que además afirmó que los balcones, uno a uno, fueron “contados en una noche espumosa, junto con el poeta español Pedro Herreros, desde un banco de piedra” y derribó con un par de frases el mito según el cual aquellos versos habrían estado inspirados en el edificio de la Caja Internacional Mutual de Pensiones, ubicado en la esquina de las Avenidas Corrientes y Pueyrredón, en el barrio de Balvanera.

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Inés Fernández Moreno, nieta de Baldomero, también desmintió esa versión: "El edificio en que se inspiró estaba en la entonces avenida Alem frente a lo que era el Parque Japonés, que hoy ocupa parte de los predios ferroviarios de Retiro. Pero ya no existe".


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